8 de Marzo: Que caigan juntos capitalismo y patriarcado

Esta fecha nos enseña que los derechos se conquistan, no se los recibe por arte de magia. Es una fecha para conmemorar y entender que no se puede felicitar a nadie mientras sigamos siendo ultrajadas, vulneradas, asesinadas, violentadas y ridiculizadas.

Cuerpos – tierras – territorios, a la ofensiva por su emancipación. . Mientras el patriarcado siga siendo la punta de lanza del sistema, y sigan saqueando los territorios ancestrales, y mientras los cuerpos feminizados, indígenas y negros sean los más precarizados, ninguna de nosotras será libre

Saludamos nuestras hermanas de clase, compañeras y amigas, que desde cada uno de sus espacios y trincheras impulsan las luchas. Pero también saludamos a las que aún callan, a las maltradas y perseguidas por ustedes también luchamos compañeras.

Lxs antifascistas nos posicionamos y sostenemos que:

1) Mujeres, cuerpos gestantes y disidencias somos explotadas desde antes de nacer hasta nuestra muerte por la avaricia del capital y el sadismo del patriarcado. La mayoría de personas bajo la línea de pobreza en el mundo, somos mujeres.

2) Desde la constitución de la propiedad privada y el capital las mujeres y los cuerpos feminizados son utilizados como pertenencias que se pasan de una generación a otra. Las mujeres hemos sido desposeídas, utilizadas y cosificadas por y para el beneficio del patriarcado.

3) Hoy por hoy, seguimos haciendo más del doble del trabajo que nuestros compañeros varones, y ganamos mucho menos que ellos. Aunque existan leyes paliativas en ese sentido, la estructura que nos esclaviza está igual de vigente que siempre.

4) Las mujeres de clases populares seguimos teniendo menos derechos. Mucho peor si somos disidencias, quienes nos vemos empujadas a los trabajos más precarios e informales. Jornadas extensas con las que no logramos el salario básico, ni accedemos a derechos laborales. Esto se puede ver en la Seguridad Social, en la que del total de jóvenes afiliados, solo 296 000 son mujeres, frente a 394 000 hombres.

5) El trabajo no remunerado, el trabajo doméstico, los trabajos de cuidado, la crianza de niñxs, el cuidado de adultxs mayores, el cuidado de la naturaleza, etc., caen mayoritariamente sobre nuestros hombros, desgastándonos física y emocionalmente y sin recibir ningún tipo de compensación.

6) Según las últimas mediciones disponibles, en Ecuador el trabajo no remunerado, realizado en su mayoría por mujeres, representa el 19,1% del Producto Interno Bruto, convirtiéndose en la principal actividad económica por encima de la construcción (11,2%) y la extracción de crudo y gas natural (3,6%). En Ecuador las mujeres trabajan 22 horas más que los hombres en trabajo no remunerado. Las mujeres de 30 a 44 años son las que más carga asumen.

7) Los hombres no son nuestros enemigos, puesto que en nuestra lucha caben todxs quienes se cuestionen y quieran luchar contra el patriarcado. Sostenemos que las militancias debe ser un espacio seguro para mujeres y diversidades, libre de violencias patriarcales. No tenemos una sororidad ciega, nos determinamos junto a nuestra clase, nos desligamos de los feminismos liberales y burgueses, señalamos y rechazamos también a las mujeres de la clase dominante y somos enfáticas: no les debemos ningún cuidado ni lealtad.

8) La violencia psicológica, física, patrimonial y sexual son dinámicas de opresión que encarnan lo peor del capital.

9) Estamos cansadas de que nos maten, nos violen, nos esclavicen, nos usen como botín de guerra, y nadie haga nada. Pero ni hoy ni nunca nos cansaremos de luchar por nuestra emancipación. Por nuestros derechos laborales, sociales, sexuales y reproductivos. Por las que ya no están, por las que estamos y por las que vendrán.

El Capital y el Patriarcado están sedientos de nuestros cuerpos, de nuestra fuerza de trabajo y de nuestro tiempo de vida.

A organizar la ofensiva popular
¡Ni sumisas, ni pasivas!
¡AQUÍ ESTÁN LAS ANTIFASCISTAS!

¡Las niñas son niñas, NO MADRES!

El aborto es una práctica milenaria y ancestral. Nuestras abuelas ya lo practicaban, también lo practicaban las culturas prehispánicas. Sin embargo, los defensores de la «tradición, la moral y las buenas costumbres» son quienes más se escandalizan cuando las organizaciones sociales queremos colocar este tema como un problema de salud pública.

La controversia entorno al aborto tiene su origen en la modernidad, principalmente por la incidencia de la Iglesia en las funciones del Estado, como la administración de la salud, y en nuestrxs cuerpxs. Pero lxs cuerpxs no le pertenecen a Dios. Nuestras decisiones tampoco.

Ya saltarán quienes se rasgan las vestiduras afirmando falacias contra la ciencia o los derechos de las mujeres y la clase trabajadora. No olvidemos lo que el mismo Papa nos dijo la semana pasada «somos egoístas si preferimos tener mascotas a parir niñxs». Sin embargo, la Iglesia y sus portavoces moralistas y antiderechos guardan silencio sobre las 3000 niñas menores de 14 años que cada año son madres en Ecuador producto de violación. Algunos de estos antiderechos se creen con la autoridad moral para decirnos que no abortemos, solo porque dejan donaciones a las niñas de 14 años en la maternidad durante Navidad. Con estas acciones limosneras solamente tratan de limpiar sus descompuestas almas, pero obviamente no logran abordar ni de cerca el problema de raíz.

Lo fundamental es entender que este es un problema estructural. Tiene su raíz en el núcleo mismo del sistema capitalista y patriarcal, que considera a las mujeres como a la tierra: un bien que explotar y del cual gozar. Obviamente, esta realidad no se va a solucionar por las dádivas de una élite que blanquea su moral dando limosna. Esta es una problemática que hay que abordar desde la conciencia de clase y desde la perspectiva de la salud como un derecho universal y laico.

No estamos pidiendo favores, y no nos conformaremos con una ley, pero sabemos que es un avance mínimo de dignidad para quienes han vivido violaciones. Si el Estado no es capaz de impedir las múltiples violencias hacia nosotras, lo mínimo que puede hacer es no obligar a las mujeres a parir lxs hijxs de sus agresores. Por eso, nos plegamos a la convocatoria de varias organizaciones de mujeres y feministas para decirle a la Asamblea Nacional que este es un derecho fundamental para nosotras.

Hemos luchado por este y lo seguiremos haciendo, hasta que sea una realidad concreta.
Los derechos no se me mendigan, se toman, se arrancan.

¡Las niñas son niñas, no madres!

Antifascistas por el aborto seguro, libre y gratuito

27 de noviembre: Despenalización de la homosexualidad en el Ecuador

El 14 de julio de 1997, la policía ingresó de forma violenta a un bar LGBT de la ciudad de Cuenca y detuvo a decenas de personas de diversidades sexogenéricas a las que, como parte de la detención, sometió a abusos, torturas y violaciones. Esto era una práctica común en ese entonces, pues antes de 1997, el Art.516 del Código Penal del Ecuador tipificaba a la homosexualidad como delito y la penalizaba con cárcel.

Es difícil de imaginar, pero hace tan solo 24 años ser parte de las diversidades sexogenéricas era penado con cárcel de 4 a 8 años y sin lugar a duda a constantes vejaciones por parte de la policía “nos detenían, nos pegaban y nos lanzaban a la laguna de la Carolina”, son algunas narraciones de personas transgénero que lideraron la resistencia en ese entonces.

Gracias a la lucha y acción directa de colectivos LGBT, entre los que resalta el accionar de personas de la comunidad en condición de precariedad, marginalidad, prostitución y calle se recogieron firmas y se hicieron marchas de la mano de la Asociación de gays, travestis y transgénero Coccinelle, logrando que el 27 de noviembre de 1997 se despenalice la homosexualidad y que así nuestra vida deje, al menos en cuerpos legales, de ser desechable para el sistema de gobierno y la sociedad.

Este fue un gigantesco avance en cuestión de derechos humanos que abrió la puerta a muchos más logros; sin embargo aún falta mucho por recorrer. Ser parte de las diversidades sexogenéricas ya no es un delito, pero quienes pertenecemos a la población LGBTIQ+ aún sufrimos de discriminación en la calle, en nuestros hogares y en el campo laboral; todavía existen clínicas de deshomosexualización, donde se tortura a jóvenes para que cambien su orientación sexual.

Aún son comunes los asesinatos por el odio a lo diferente, aún lxs trans, como Helen, morimos en las cárceles abandonadxs por el Estado y también a lxs trans aún se nos niega el acceso a un empleo digno relegándonos y obligándonos a dedicarnos a la prostitución. Por si fuera poco, aún se nos expulsa de los espacios públicos por el hecho de ser distintxs.

Pensamos que solo la organización popular y la acción directa acabará con el fascismo, machismo, homofobia y transfobia. Es momento de actuar, organizarnos y combatir.

“En un mundo de gusanos capitalistas, hay que tener coraje para ser mariposas”

A preparar la ofensiva popular
Acción Antifascista Ecuador

25 de Noviembre: Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer 

Violencia es una palabra que cada vez se vuelve más cotidiana.  Vemos a amigas y conocidas sufrir violencia intrafamiliar en silencio y callar por el miedo o la necesidad económica. 

Vemos como a diario se reportan sin cesar casos de feminicidio, ya que en el territorio denominado Ecuador una mujer es víctima de feminicidio cada 3 días. Vemos el genocidio de las cárceles propiciado y encubierto por el Estado, y fuera de esos muros, vemos a madres, esposas, hermanas e hijas llorar desesperadas a sus muertos que han sido tratados como seres humanos de segundo nivel, mientras suplican por justicia y son ignoradas. 

La violencia contras las mujeres tiene múltiples formas y muchos ejecutores, pero siempre es una violencia estructural, enraizada, normalizada y hasta en algunos casos romantizada. 

Sentimos la desigualdad  a diario: en el acoso callejero, en los salarios menores que percibimos solo por ser mujeres, en las tareas de cuidado que sobrecargan sobre nuestros hombros, en los territorios donde resistimos frente a las grandes empresas extractivas que quieren llegar a saquear, militarizar y precarizar la vida; en las calles cuando trabajando con nuestro cuerpo como único recurso, aprendemos a vivir y enfrentarnos al miedo de ser mutiladas, asesinadas y desaparecidas mientras a los ojos de la sociedad somos solo putas; cuando en cualquier institución pública o privada nos discriminan por ser mujeres trans; y así una interminable lista de etcéteras. 

Y sabemos que la violencia no parará gracias a gobernantes populistas, leyes o reformas. No conseguiremos igualdad en las urnas ni con políticas de “paridad de género”.  La justicia no se consigue con hashtags ni posters con rostros de mujer impulsadas desde grandes bancos o empresas.  Estamos convencidas de que la organización y la lucha son el único camino. Porque solo colectivamente podremos derribar prejuicios y formas de ser impuestas para establecer relaciones más sanas entre los géneros. Solo al juntarnos, enseñarnos y apoyarnos entre nosotras, no podrán encontrarnos en la indefensión de la individualidad. Sólo entrenándonos, conformando grupos de autodefensa y redes de cuidado podremos enfrentar a quien nos quiera violentar en las calles y desde el Estado. 

FRENTE AL MACHISMO QUE NOS MATA, EL ESTADO QUE LO ENCUBRE Y EL SISTEMA QUE NOS EXPLOTA, DEFENDÁMONOS Y NO DELEGUEMOS NUESTRA EMANCIPACIÓN Y SEGURIDAD A OTRXS.  

Contra la violencia machista, organización y ofensiva anticapitalista

28 de septiembre: Que abortar de forma segura no sea un privilegio de clase.

Hace 30 años el V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe daría vida a la iniciativa de declarar el 28 de septiembre como el Día de la Acción Global por el Derecho al Aborto libre y seguro.

Las antifascistas nos sumamos a esta iniciativa que carga consigo la búsqueda de garantizar a todas las mujeres el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo de manera segura para preservar su vida y su bienestar.

Nos tomamos las calles, los parques y las plazas para juntas exigir que el aborto seguro no sea un privilegio de clase. Porque queda claro que muchas abortan pero solo las pobres mueren o van presas.

Pintamos las paredes e inundamos de mensajes nuestras redes, porque posicionar el aborto nos ha permitido destapar el monstruo del patriarcado y el abuso sexual sistemático en nuestras familias y comunidades.

Gritamos, saltamos y bailamos juntas para decirle adiós a los abortos clandestinos pues la ilegalidad no solo castiga la decisión, castiga la pobreza. Por eso luchamos. Porque en nuestros cuerpos sentimos el peso de la marginalidad y la violencia que recae especialmente en nosotras: las mujeres. Porque el aborto seguro, legal y gratuito es justicia social para todas.

Luchamos juntas porque, con más o menos privilegios, sabemos que hablar de aborto nos permite exponer el machismo y racismo con que muchos «profesionales» administran la salud. Hoy luchamos por las mujeres y niñas que no tienen acceso a una educación de calidad y a una salud digna. Alzamos nuestra voz por las que han dejado su vida en la mesa sucia de un centro de aborto clandestino o en una cárcel. Por ellas y nosotras, por un mundo al tamaño de nuestros sueños más justos. Por el derecho a decidir, informadas y conscientes.

Como Antifascistas seguiremos acompañando la lucha de las mujeres y personas con capacidad gestante por el acceso al aborto libre y seguro, a los métodos anticonceptivos y a la salud reproductiva y sexual que les permita tener el control total sobre sus cuerpos. Esto no se trata de pedirle permiso a la institucionalidad, se trata de exigir los derechos que nos pertenecen.

Como mujeres militantes paramos nuestras responsabilidades, nos tomamos las calles y caminamos juntas, juntes y juntos, con consignas con alegría, rabia y tristeza. Queremos sacar todo lo que sentimos y apoyar a nuestras compañeras que diariamente viven represión en sus cuerpos. Luchamos juntas y desde nuestra diferencia porque ni nuestros cuerpos, ni nuestros territorios son espacios de conquista o de dominación por el capital o el Estado.

Por nuestras abuelas, madres y amigas
Por las que deciden o no abortar
Por maternidades deseadas
Por la despenalización del aborto

Aquí están l@s Antifascistas.

«El feminismo punitivista puede hacer caer por tierra una gran cantidad de conquistas»

Las mujeres ya no nos callamos más. Contra el acoso, la violencia y la justicia patriarcal, el escrache, ya sea anónimo o con nombre y apellido, se posicionó como un dispositivo para alertar de posibles violentos, pero también como una búsqueda de ajusticiamiento mediante la condena social. A través de este método, que virtualmente está en manos de todos y todas, hemos visto caer desde ídolos rockeros hasta actores, docentes prestigiosos, cuadros políticos de organizaciones y partidos, todo tipo de “ciudadanos de a pie”. Sin embargo, dispara interrogantes que todavía no parecen saldados: ¿Podemos ponerlo en duda? ¿Puede el punitivismo, frente a la impunidad, ser una forma de “justicia popular”?.

La cuarta edición del Encuentro Latinoamericano de Feminismos, donde la antropóloga Rita Segato junto la periodista  Lucía García Itzigsohn, entre otras invitadas, abordaron cuestiones como la búsqueda de una reparación, el significado de la memoria, y repasaron la historia del escrache como método de lucha; sin embargo, la charla terminó con más interrogantes que respuestas.

Itzigsohn, que contó su experiencia como hija de detenidos desaparecidos, sostuvo que estas acciones surgieron “como una instancia de justicia en acto, perfomática”. “Hoy estoy en otra posición, la vía institucional es importante porque inscribe las cosas en otro nivel”, señala, y recuerda: “Nosotros hacíamos una investigación copiada de las Abuelas. Íbamos a las casas y hacíamos guardia, trabajábamos con los vecinos, les contábamos que íbamos a marcar ese domicilio”, previo al momento de la icónica bombita roja. “Era un momento festivo”, con murga incluida: “Bailábamos, porque podíamos transformar la impunidad en algo que poníamos en la discusión social. Era una catarsis colectiva”.

Si hay o no reparación, Itzigsohn define que la violencia es justamente “lo irreparable”; sin embargo, poder sanar colectivamente y vivir desde el cuerpo que lo que le había pasado a ella también lo atravesaron otros, le permitió “una línea de fuga del lugar de víctima”.

Para la antropóloga Rita Segato, el “bien colateral” de la dictadura fue justamente eso: escenas como la de los escraches, que promocionaron el debate para desarrollar así una inteligencia social “más sofisticada”, que permitió “salir de los lugares comunes”, y promovió que las mujeres profundicen “una nueva forma de hacer política”, que reafirma: “Surgió con las Madres”. Por eso, para ella, los homicidios de Berta Cáceres y de Azucena Villaflor fueron femicidios; aunque muchos hombres fueron asesinados por las mismas causas, señala que la diferencia radica en que lo que se quería matar “era un estilo de hacer política, una politicidad propia de las mujeres”.

Sin embargo, menciona que estos métodos usados en el período de post-dictadura “nunca fueron un linchamiento”, sino el fruto de “un convenio colectivo a través del cual concluyeron que había que llegar a un castigo”: aunque no hubo una instancia judicial, sí hubo una de “juicio justo”. Por eso reconoce que “desde el feminismo podría haber una instancia de juicio justo”, -en vez de las escraches como se los conoce ahora, -“como una asamblea, para que la situación no sea un linchamiento sin sumario”. “Si defendemos el derecho al proceso de justicia, nuestro movimiento no puede proceder de esa forma que ha condenado”.

Para ella, la impunidad radica en que ahora es exhibida como un show, como en el caso de Lucía Pérez, donde se le dijo a la gente que “el mundo tiene dueños”, y que ellos “no van a ceder ante ningún pedido de la sociedad”: hay un “mensaje de la dueñidad”, donde lo que queda en claro es que “la institucionalidad” es una ficción.

“Entonces, ¿qué es lo contrario a la impunidad? ¿El punitivismo?”, se pregunta Rita. Sabiendo que estaba entrando en un terreno complicado, invitó a salir “de los binomios más partidos, como el abolicionismo o el regulacionismo, que simplifican la realidad”. Y agregó: “No quiero un feminismo del enemigo, porque la política del enemigo es lo que construye el fascismo. Para hacer política, tenemos que ser mayores que eso”. “Antes de ser feminista soy pluralista, quiero un mundo sin hegemonía. Lo no negociable es el aborto y la lucha contra los monopolios que consideran que hay una única forma del bien, de la justicia, de la verdad: eso es mi antagonista”, describió. Para la investigadora, “el feminismo punitivista puede hacer caer por tierra una gran cantidad de conquistas”, es “un mal sobre el que tenemos que reflexionar más”, y recuerda la violencia que se vive en las prisiones: “¿Puede un estado con las cárceles que tiene hacer justicia? Esa no puede ser la justicia; ser justo con una mano y ser cruel con la otra”.

Profundizando este concepto, la antropóloga expuso que hay que tener “cuidado con las formas que aprendimos de hacer justicia” desde lo punitivo, que están ligadas a la lógica patriarcal. El desarrollo del feminismo, recalca, no puede “pasar por la repetición de los modelos masculinos”. Frente a eso, sabe que la respuesta no es fácil: “No hay una solución simple, pero es necesario pensar más y estar en un proceso constante. Cuando el proceso se cierra, es decir, cuando la vida se cierra, se llega a lo inerte”, en cambio, “la política en clave femenina es otra cosa, es movimiento”.

Además, señaló que “la única forma de reparar las subjetividades dañadas de la víctima y el agresor es la política, porque la política es colectivizarte y vincular”, propuso Segato. “Cuando salimos de la subjetividad podemos ver un daño colectivo”, y eso no puede curarse “si no se ve el sufrimiento en el otro”. Por eso, considera clave el proceso de debate y búsqueda de justicia: “Fuimos capturadas por la idea mercantil de la justicia institucional como producto y eso hay que deshacerlo. Perseguimos la sentencia como una cosa, y no nos dimos cuenta que la gran cosa es el proceso de ampliación del debate”.