«Deberían aniquilar a todos esos presos»

El violento asesinato de 79 personas privadas de la libertad en diferentes cárceles de Ecuador (porque a eso no podemos llamarle «centros de rehabilitación») el día 23 de febrero de 2021, atrajo la opinión pública sobre un tema del que nadie nunca quiere hablar:

¿Qué sucede con los privados de la libertad en un sistema carcelario capitalista?
¿Es una cuestión sólo de bandas criminales?
Y como sociedad, ¿quiénes somos para juzgar qué vidas valen más que otras?

Muchas personas privadas de la libertad han llegado a las cárceles, precisamente porque los empobrecidos son los grandes invisibilizados de la sociedad: fuera de la escuela, la salud, el empleo, la vivienda y la recreación, siempre confrontando situaciones límite, la supervivencia los ubica en un aquí y ahora, en un presente sin proyecto futuro. El pobre no es pobre porque quiere, existe una sociedad injusta donde los ricos para ser ricos, necesariamente necesitan la existencia y la multiplicación de la pobreza y del lumpenizaje de las grandes mayorías.

No es una cuestión sólo de bandas criminales, como nos quieren hacer ver los medios de comunicación capitalista, no es tan simple, ni tan reducida la mirada. Estos sujetos siempre al límite y en permanente desventaja, incentivados, además, por una narcocultura que se hace presente en los consumos culturales cotidianos (cine, televisión, música), son más fáciles de cooptar a la hora de buscar lo que les hace falta y de lo que carecen a nivel social (reconocimiento, prestigio y poder). De esta manera, se convierten en presas fáciles de las redes organizadas del crimen, no sólo terminan sirviendo a grandes mafias; sino también a los mismos gobiernos. En este camino, se convierten en sujetos de violencia (la ejercen) y en objetos de violencia (la padecen).

¿Cómo fue posible que el martes 23 de febrero, en la matanza, hubieran armas dentro de la cárcel, sino fuera por la complicidad del Estado? ¿Cuáles serán las mafias de la policía y los centros penitenciarios? ¿Será que hay intromisión de fuerzas políticas? Esas son las preguntas que deberíamos hacernos, en vez de valorar la situación como una «lucha de bandas criminales». Parte de esta complicidad del Estado implica que estos grupos de crimen organizado asesinen, llenen de drogas a la población funcional, colaborando con la perpetuidad del sistema capitalista y generando lógicas individualistas donde el poder del capital se impone sobre el valor humano.

Además, mientas la sangre y el terror corría en las cárceles del Ecuador, el Estado nos dio una evidencia contundente de que el sistema judicial solo existe para los pobres, mientras que para los ricos y las delincuentes de las élites existe cortinas legales que les impiden caer en los mal llamados «sistemas de rehabilitación», así, por ejemplo, a Jacobo Bucaram se le concedió arresto domiciliario, mientras es imputado por delincuencia organizada relacionada con la comercialización de insumos médicos al inicio de la emergencia sanitaria del covid-19, ¿justicia? .

Pero, quienes ven las noticias, generando opinión pública y se alegran de que los empobrecidos se maten entre sí, son los que más preocupan. Son aquellos que, desde una posición cómoda, de superioridad moral y una internalización de actitudes fascistoides dictaminan que vidas valen y que vidas no. Esto nos interpela, porque nos hace pensar que sigue siendo necesario generar autocrítica como sociedad, sigue siendo necesario luchar contra el fascismo internalizado. Pues lo que quieren los Estados y los grandes grupos económicos es que nos odiemos entre pueblo y así justificar el uso de sus órganos de control o la matanza entre empobrecidos.

Estas mismas actitudes fascistoides son las que avalan la funcionalidad de órganos de control internacional; afirmar que «estaríamos mejor con la base norteamericana de Manta», es caer en el mismo juego de los poderosos: Colombia cuenta con instalaciones que apoyan las operaciones de Estados Unidos, sin embargo, es uno de los países con mayor incidencia en narcotráfico.

Lo que sucedió este 23 de febrero debe ser combatido, desde todos los frentes posibles, organizarnos para hacerle frente a este sistema capitalista que genera un sin fin de precarizados, luchar contra la utilitarización de los más empobrecidos en favor del crimen organizado, criticar y autocriticarnos como sociedad frente a las actitudes fascistoides que llenan los medios de comunicación y las redes sociales de opiniones inhumanas, clasistas, xenófobas, misóginas, patriarcales.

¡Hasta que la dignidad se haga costumbre!
ACCIÓN ANTIFASCISTA ECUADOR